Sudán ha sido devastado por el conflicto durante los últimos 500 días, lo que ha dejado a muchos muertos y heridos, y la violencia ha creado una de las mayores crisis de desplazamiento en el mundo. Según la ONU, más de 10 millones de personas han huido de sus hogares y muchas más siguen enfrentando el peligro de desplazamiento.
Los enfrentamientos entre las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) y las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) estallaron en Jartum el 15 de abril de 2023. Desde entonces, el conflicto se ha intensificado y se ha extendido por todo Sudán, llevando a una crisis humanitaria sin precedentes.
En abril de 2023, Sudán se vio inmerso en un conflicto cuando estalló una amarga lucha por el poder entre el General Abdel Fattah al-Burhan, líder de las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF), y el General Mohamed Hamdan Dagalo, que dirige las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). La disputa entre estas dos figuras militares giraba en torno a la dirección futura de Sudán y su transición hacia un gobierno civil.
Los orígenes de este conflicto se remontan a 2019, cuando protestas generalizadas llevaron a la destitución del dictador de larga data, el Presidente Omar al-Bashir. Tras su destitución, Sudán experimentó brevemente un poder compartido entre facciones militares y civiles, culminando con la designación de Abdalla Hamdok como Primer Ministro hasta que se pudieran celebrar elecciones.
Sin embargo, este arreglo duró poco. En octubre de 2021, Burhan y Dagalo llevaron a cabo un golpe de estado, derrocando el gobierno de Hamdok. Burhan asumió el rol de líder de facto, con Dagalo como su adjunto.
Los generales habían prometido inicialmente celebrar elecciones para julio de 2023. A medida que se acercaba la fecha de las elecciones, las diferencias se intensificaron, particularmente sobre cómo integrar la fuerza de 10.000 hombres de la RSF en el ejército nacional y quién supervisaría esa integración. Las tensiones alcanzaron su punto álgido en abril de 2023, cuando la RSF fue redeplegada por todo Sudán, una acción que el ejército percibió como una amenaza directa, desencadenando una guerra a gran escala.
Mientras la guerra continúa, la incidencia de malnutrición también está en aumento, junto con el aumento en los precios de los alimentos y un suministro humanitario limitado. Además, las estrictas restricciones impuestas por las partes en conflicto han dificultado aún más la prestación de ayuda.
El conflicto en curso ha paralizado alrededor del 80% de las instalaciones médicas y de atención sanitaria en Sudán, según los informes de la Organización Mundial de la Salud. Además, millones de personas están atrapadas en el abrazo del hambre, ya que algunas regiones enfrentan hambre debido al período de siembra perdido, combinado con la inaccesibilidad al mercado.
El conflicto ha causado la muerte de más de 15.000 personas en Sudán, con algunos rescatistas informando un número mayor de 40.000, aunque esta cifra no está oficialmente verificada.
«Según los expertos de la ONU, alrededor de 25 millones de personas — la mitad de la población de Sudán antes de la guerra — necesitan asistencia urgente. Casi 9 millones de personas están desplazadas internamente, entre ellas unos 4 millones de niños. Otros 20 millones de niños están fuera de la escuela. Más de la mitad de la población de 49,6 millones no tiene acceso a atención médica», según un informe publicado en The Conservation.
La crisis en Sudán se intensificó debido a las inundaciones que devastaron el país en la última semana de agosto. Las inundaciones provocaron una ruptura de un dique en Port Sudan, una ciudad del este, que causó al menos 30 muertes. Se teme que cientos estén desaparecidos, y unos 20 pueblos cerca del dique han sido devastados. Las inundaciones también afectaron gravemente a la ya afectada región de Darfur, donde destruyeron los campamentos de desplazados y complicaron aún más los ya tensos esfuerzos humanitarios.
El conflicto en curso no solo es una crisis humanitaria, sino que también podría convertirse en un importante tumulto geopolítico. El conflicto podría extenderse fácilmente a los países vecinos de Sudán debido a sus fronteras con siete naciones frágiles, incluidos Chad, Egipto, Etiopía y Libia.
Las organizaciones humanitarias están presionando constantemente por un alto al fuego a nivel nacional entre las dos partes en conflicto y por el respeto a las leyes humanitarias internacionales, ofreciendo protección a los civiles en apuros y permitiendo un acceso sin restricciones a la ayuda.
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